PINTURAS

Arte sonorense, una visión panóramica

Inicialmente asociadas a las culturas originarias y, las órdenes religiosas, las artes visuales en el norte comenzaron a introducirse hasta el siglo XX

CULTURA

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Pintura vinílica, acrílico y óleo sobre tela, 57 x 127 cm. Foto: CortesíaCréditos: Foto: Cortesía

Escribir sobre el arte en Sonora es remontarnos al Paleolítico. Se considera que los seris son descendientes directos de los Clovis, la cultura más antigua del continente americano, dado que su lengua no pertenece a ninguna de las familias idiomáticas como el yuto-nau, a la cual sí pertenecen los Tohono O´odham, yaqui, wixárika y ralámuli. Es complejo consignar el arte rupestre a un grupo cultural específico: está disperso en la sierra, como es el caso de La Pintada, en Hermosillo; pero es en Caborca, quizá, donde se encuentra el mayor número de petrograbados de Latinoamérica. Son grabados zoomorfos: venadas embarazadas, tortugas y serpientes; antropomorfos –presumiblemente– de figuras esquemáticas de chamanes y gobernantes; de figuras geométricas, laberintos y mapas; otros astronómicos, de la Luna, el Sol y las estrellas. Su autoría se disputa entre la cultura hohokam y la cultura de Trincheras, aunque para algunos investigadores, son la misma cultura que desapareció en el siglo XV de los actuales Arizona, Chihuahua y Sonora.

Con la llegada de los españoles, el noroeste de México fue colonizado por los jesuitas, con un esquema de producción feudal, administrado a través de misiones en la que los pobladores fueron sometidos a jornadas de producción en beneficio de la Compañía de Jesús, sobre todo en la explotación de minerales, que ni siquiera era reportada a la Corona española, de ahí, la expulsión de la orden religiosa de la Nueva España, en 1767. El sometimiento de los pobladores originarios fue diverso, entre sus tareas estuvo construir las iglesias de las misiones, mayoritariamente a partir de planos que se vendían a las órdenes religiosas, como lo fueron los templos de San Xavier del Bac (Tucson, Arizona) y Nuestra Señora de la Purísima Concepción (Caborca, Sonora), que se erigieron con los planos de los arquitectos Gaona, de ahí su similitud. La decoración parietal de las iglesias estuvo a cargo de los Tohono O´odham, que incluyeron motivos naturales del desierto y utilizaron pigmentos de la región, creando un estilo que caracteriza el arte religioso de algunas misiones. A diferencia del centro y sur del país, no se desarrolló el arte sacro; las pocas pinturas religiosas que se encuentran en las iglesias son anónimas, el principal es el Templo de Nuestra Señora de Loreto, en el poblado Bacadéhuachi, de ahí siguen los templos de Rayón, Pitiquito, Caborca, Opodepe, Oquitoa, Huepac, Maicoba, Arizpe, San Miguel de Horcasitas, Ures, Pimería Alta, Ónovas y Guaymas. La mayor parte del patrimonio cultural que resguardan son de los siglos XVII y XVIII: esculturas de bulto y para vestimenta, objetos litúrgicos, pintura de caballete, mobiliario antiguo, entre otros.

El siglo XIX es el de la arquitectura en Sonora, la bonanza económica trajo consigo la construcción de los ahora edificios históricos de Álamos, el desarrollo de Hermosillo, con el Palacio de Gobierno, la Catedral y la Penitenciaría, todos de diversos estilos.

DANIELA CUEVA. Tragedia endemoniada, 2020. Foto: Cortesía

Es hasta el siglo XX que las artes visuales comienzan a introducirse junto con la educación. La primera noticia que tenemos es la del maestro valenciano Higinio Blat (1893-1974), quién dirigió la Academia de Artes Plásticas de la Universidad de Sonora en 1951, difundiendo un estilo impresionista europeo. En 1961, Héctor Martínez Arteche, de la Ciudad de México, dirige la Academia de Artes Plásticas de la Unison. Su prioridad fue formar a los estudiantes en pintura, dibujo, grabado y escultura; lo que los llevó a buscar otras posibilidades de creación tras considerar la visión de Arteche rebasada por las circunstancias críticas del pensamiento marxista que imperaba en las aulas por influencia de Revueltas y Marcuse. Esta situación, aunada a los movimientos estudiantiles, llevó a Martínez Arteche a abandonar la Universidad de Sonora y trabajar en proyectos públicos del estado. Es en esta generación que surgen artistas que buscan disentir con el pensamiento conservador del arte, uno de ellos es Óscar Bernal (1945-2016), quien tiene que huir a San Francisco, como otros artistas coetáneos, ante la persecución del Estado contra los que consideraban marxistas peligrosos.

El artista más importante del arte moderno sonorense fue Mario Moreno Zazueta (1942-2019). Si bien, Hersúa (Ciudad Obregón, 1940), recién Premio Nacional de Arte, es el artista sonorense más reconocido, desarrolló su incursión en la Ciudad de México, sin tener, hasta la fecha, una influencia como la de Moreno Zazueta o Enrique Rodríguez Zazueta,   es con el arribo a Sonora de Helga Krebs (Alemania, 1928-2010) y Mónika Ejerhed (Suecia, 1942), que se impulsan exposiciones y la creación de revistas y textos críticos: Eva Laura Moraga (Monterrey, 1946), Paula Martins (Portugal, 1958), Ethel Cooke (EU, 1960), Alejandra Platt (Hermosillo, 1960), se han consolidado como artistas y maestras protagonistas de la escena artística entre 1980 y 1990. Caso aparte, y profundamente importante, es el del artista caborquense Sergio Rascón (1963). 

La puerta, 2018.
Mixta sobre lienzo, 240 x 120 cm.
Cortesía del autor. Foto: Especial

Posteriormente, la fotografía, el perfomance y los temas de migración y género acapararon los discursos visuales, con Javier Ramírez Limón (1960-2019), Edith Reyes (1970) y Esperanza Barrón (1970-2019).

En 2008 se fundó el Museo de Arte de Sonora (Musas), cuyo director, Rubén Matiella, impulsa la formación en arte contemporáneo de los jóvenes: Miguel Fernández de Castro (Hermosillo, 1986), Miriam Salado (Hermosillo, 1987), Juan Carlos Coppel (EU, 1986), Carlos Iván Hernández (CDMX, 1984), Alfredo Karam (Hermosillo, 1980). Recientemente realicé la curaduría de Profetas del futuro, para el Musas, colectiva de nóveles artistas sonorenses que buscan desplazar la noción de “Otro” por el “Nosotres”, no sólo en una cuestión de género, sino de sobrevivencia. 

Esta sucinta historia del arte sonorense es resultado de la investigación que realicé para conformar la colección fundacional del Museo de Arte de Sonora de 2015 a 2017, así como mi participación en la vida cultural del estado. Seis años de involucramiento: una visión del arte sonorense, que es, apenas, un acercamiento inicial.

 

Por Octavio Avendaño Trujillo