¿Se pueden dar consejos éticos cuando en la propia casa se falta al principio moral básico de atender a los más vulnerables?
Y ya que a la autodenominada cuarta transformación le gusta el discurso sobre la espiritualidad, la conversión al bien y el perdón, ¿es legítimo crear un catecismo ideológico-espiritual para ofrecer discursos moralinos con tantas decisiones injustas que no procuran el bien común e incluso han golpeado las aspiraciones, salud y vida de millones de mexicanos?
Lo verdaderamente sorprendente, en un año en que se normalizó lo extraordinario y fuimos capaces de intentar reinventarnos poniendo a prueba nuestra inteligencia emocional, el gobierno federal con sus malas decisiones, indiferencia e incapacidad, terminará 2020 regalándonos un compendio impreso para dejar testimonio escrito del chiste de mal gusto.
En un documento de 34 páginas, presentado por el Presidente Andrés Manuel López Obrador el 26 de noviembre, nos expusieron un manifiesto de principios y valores para incrementar el bienestar psicológico, emocional, político, social, económico y ambiental de los mexicanos. ¡Escuchó usted bien!
La llamada Guía Ética para la Transformación de México será distribuida a los beneficiarios de los programas clientelares del bienestar que se entregan a adultos mayores, menores con discapacidad, pensionados y ninis becados. En el documento se pueden encontrar recomendaciones que le suplico amable lector, no tome a broma.
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“Los corruptos pueden redimirse con terapia psicológica, educación y reflexión”.
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“No se debe enfrentar el mal con el maltrato”.
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“No mentir, no robar, no traicionar”.
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“Ser amoroso desde la cama y la mesa”.
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“No basta que existan leyes para que haya justicia”.
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“No hay que desperdiciar la vida en cosas que no valen la pena”.
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“El sufrimiento de otros no debe ser motivo de placer”.
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“Las víctimas de la violencia deben perdonar a sus agresores”.
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“El intelecto y la razón no otorgan privilegios especiales, sino obligaciones con el medio ambiente”.
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“Ser fraternos para hacer propios los problemas de los demás”.
Más allá del deseo presidencial para entregar esta versión de su tabla de la ley tropicalizada refiriéndose a valores éticos, obviedades de lo políticamente correcto y principios ideológicos de su visión del mundo, considero que en el fondo debe hacerse una indispensable revisión de la incongruencia del régimen para lanzar esta guía.
Diciéndolo con respeto y apegado al sentido común ¿usted considera que la 4T está libre de corrupción? ¿La opacidad y discrecionalidad del manejo del dinero público se han borrado por decreto? ¿La eliminación de mecanismos de control y reglas de aplicación para entregar recursos públicos en programas de asistencia, abona a la erradicación de los abusos? ¿Es éticamente aceptable pedirle a las víctimas de la violencia y el crimen que perdonen a narcotraficantes, asesinos, secuestradores, violadores y ladrones, cuando el gobierno ha sido incapaz de fortalecer el estado de Derecho y combatir la impunidad? ¿Se puede pedir a los mexicanos reflexionen sobre el cuidado ecológico, cuando la política energética gubernamental ha sido regresiva, quemando carbón indiscriminadamente y frenando el desarrollo de energías limpias como la solar y eólica? ¿Se puede invocar la fraternidad cuando se ha abandonado a niños con cáncer que dependen de los medicamentos en hospitales públicos? ¿Es amoroso establecer un discurso de confrontación y polarización para dividir a la sociedad, satanizar y perseguir a quienes no piensan igual? ¿No miente quien minimiza una pandemia con más de 100 mil muertos y se atreve a decir que las cosas se han hecho bien, sin ser capaz de ejercer autocrítica?
EDICTOS
Será muy irónico el momento en que el catecismo ético del que se imprimieron 10 millones de ejemplares, sin revelar los costos; se ponga en manos de personajes como Manuel Bartlett, Rocío Nahle, Hugo López Gatell, Luisa María Alcalde, Dolores Padierna, René Bejarano, John Ackerman, Irma Eréndira Sandoval, Jorge Alcocer Varela, Octavio Romero Oropeza, Yeidckol Polevnsky, Ana Guevara, Paco Ignacio Taibo II y Ricardo Sheffield, entre muchos, muchos otros.
POR ENRIQUE RODRÍGUEZ
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