SIN FILTROS

Ironía y tiranía femenina

“Al reírnos quemamos calorías, y esa es otra razón para sonreír hoy”. Qué manera de empezar el día

OPINIÓN

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María Milo / Sin Filtros / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

Si de por sí el proceso de mi rutina mañanera me cuesta trabajo, ahora me estaba costando también la cabeza. Mi cerebro se atontó con la información que había recibido, pues mis neuronas estaban indignadas con lo que acababa de leer en este producto femenino.

A primera vista la idea que comunicaba podría parecer inofensiva, incluso de buena fe. Pero ¿por qué demonios quemar calorías debería de ser una razón para que esté feliz? Quemar calorías es un proceso natural del cuerpo, no es algo bueno ni algo malo, simplemente es.

Después de comentarlo con mis escandalizadas neuronas, llegué a la conclusión de que ese tipo de mensajes son los que nos invitan a las mujeres a pensar que quemar calorías es lo mejor que nos puede pasar, porque esto puede llegar a ser sinónimo de bajar de peso, de estar flacas y, consecuentemente, ser felices y tener valor.

Pero abramos los ojos, como sociedad estamos pagando un precio extremadamente alto. Hemos creado un descontento normativo monstruoso, fregándonos al grado de que hoy en día se considera normal que las mujeres nos decepcionemos con lo que vemos en el espejo.

Crecemos con esta idea de poder lograr lo que queramos, pero nos siguen persiguiendo los mensajes de que antes que cualquier otra cosa tenemos que tener un buen físico. Y lo peor es que lo aceptamos y no movemos ni el meñique para cambiarlo. Recibimos estos irónicos mensajes sin darnos cuenta de que lo único que hacen es reforzar la tirana idea de que las mujeres tenemos una función de simple decoración.

Porque no importa de dónde vengas o quién seas, estoy segura de que tú mujer, como yo, sabes lo que es ser tratada como objeto. Que los demás se sientan con el derecho de verte y comentar sobre tu aspecto, que reduzcan tu valor a lo exterior sin conocer el interior. Y lo más triste es que, después de un tiempo, empezamos a replicar la crítica del de junto entre nosotras mismas. No pretendo decir que la belleza no importa, porque sería una afirmación irreal. Simplemente propongo que le demos el lugar que merece.

Imaginemos que estamos en la escuela haciendo filas por estaturas de mayor a menor para entrar al salón. En mi grupo, el amor propio, la espiritualidad, la esencia del alma, la generosidad del corazón y el potencial de la inteligencia se encuentran antes que la belleza física. Y no saco a la belleza física de la fila, merece entrar al salón porque forma parte de mí, de mi complexión. Pero para darme cuenta del verdadero valor de mi cuerpo, es importante verlo no sólo en función de su aspecto, sino también en función de lo que hace, de lo que me permite explorar, de lo que me ayuda a crear y a dónde me deja llegar.

Ojalá algún día los productos de belleza dejen de amargarme mi rutina, y de reforzar esa iniciativa de que el valor y la felicidad de la mujer están en su físico. Pero mientras tanto, debemos usar esa voz interior con la que nos destruimos frente al espejo, para deshacer los mensajes que reducen nuestro valor. Ahora no voy a mentir, esa mañana mientras sostenía el producto femenino, no pude evitar la tentación de reírme de lo absurdo que suena que nuestro valor esté en nuestra piel, y no en nuestra alma.

POR MARÍA MILO
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