Ayer se cumplieron dos años desde que Andrés Manuel López Obrador tomó posesión de la presidencia de México. Dos años en los cuales no ha cambiado nada, o casi nada, respecto a los sexenios anteriores, la inseguridad sigue incrementándose y la economía decreciendo; y aunque en estos aspectos se puede decir que es inercial, la realidad es que el gobierno actual se encuentra rebasado. Hay bastantes botones de muestra en los demás rubros gubernamentales, sin embargo, bastaría tomar el manejo de la pandemia para dar cuenta de esta aseveración.
Si bien es cierto que sería muy complicado tomar los dos años de López Obrador para una evaluación general, aunado a que este 2020 ha sido un año sin precedentes para todos los países del mundo, sí podríamos revisar las acciones realizadas, aun cuando los seguidores de la 4T repitan que todo está bien y que se va a poner mejor.
Los números de contagios por coronavirus son demasiados y la tasa de mortalidad derivada de esto en nuestro país, es de las más altas a nivel mundial. El sistema de Salud se encuentra en vías de colapso y las medidas para hacer frente a la crisis económica no terminan por entenderse ni por arrancar.
Aunado a estas situaciones, en estos dos años también se ha polarizado el país, propiciado por los vilipendios del Presidente a sus adversarios. La Alianza Federalista que consta de 10 estados (y contando) es derivada de esta postura divisionista, sumada a la reducción del presupuesto a las entidades federativas; motes como fifís, conservadores, mafia del poder, entre otros, a la prensa crítica, comentocracia, empresarios, organizaciones civiles y a gran parte de la población en general que no se encuentra cómoda con la situación actual del país ni con su gobierno. Así, a dos años, nos encontramos en una crisis económica, sanitaria y, además, envueltos en una división social muy grave.
En este sentido, varias casas encuestadoras mostraron sus ejercicios de consulta acerca de la aprobación y desaprobación del trabajo del Presidente, y los resultados concuerdan con este tenor, 61% de los encuestados aprueban la gestión actual del gobierno; sin embargo, AMLO perdió 11 puntos porcentuales respecto del año pasado, mismos que se reflejan en sus negativos, ya que en este mismo periodo, de 23% de desaprobación en 2019, pasó a 34% de las personas que están inconformes con su desempeño en 2020. Esta tendencia debería de preocupar al Presidente en aras de mejorar el cumplimiento de su trabajo, pero también en la búsqueda de la permanencia del ejercicio del poder, pues irremediablemente estas desavenencias se verán reflejadas en las urnas de los comicios del siguiente año, ya que 2021 será un año electoral con grandes retos para todos.
Los partidos políticos, se encuentran en niveles bajos de confianza y aprobación entre las personas, la pérdida de positivos para Morena no se ha traducido en ganancia para partidos de oposición, al contrario, el porcentaje de indecisos y personas que no votarán está muy por encima de los vistos en sexenios anteriores, el descontento social, las crisis y la inacción de las instituciones y poderes públicos ha ocasionado estos resultados.
Desde Palacio Nacional, ambas cámaras, munícipes y diputadas y diputados locales de Morena (y aliados) en todo el territorio nacional tendrán que reparar en la percepción del funcionamiento de la 4T si quieren refrendar su permanencia como partido en el poder.
Por otro lado, es una oportunidad inmejorable que la oposición tiene para organizarse y plantar cara en las elecciones venideras, se tendrán que dar cuenta de que la percepción de la población sobre el Presidente seguirá en curva descendente y partidos, sociedad civil, opinión pública, deberán unirse para resaltar el antagonismo ante las decisiones desafortunadas del Ejecutivo.
POR ADRIANA SARUR
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