COLUMNA INVITADA

Una golondrina no hace verano…

Hay una actitud de comprensión, que abre las cortinas de un escenario al que tenemos que acceder, donde podamos entender que somos un pueblo con valores y cultura definidos, con una historia común y un porvenir colectivo

OPINIÓN

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Alfredo Ríos Camarena/ Columna Invitada/ Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

Vivimos un tiempo de confrontación y de polarización exacerbados. La crisis del capitalismo ha producido fenómenos económicos que repercuten cada día —con mayor intensidad— en la población más vulnerable. En México, la estadística reciente establece que el 40.7 por ciento de la población laboral, a pesar de recibir un salario, no le es suficiente su poder adquisitivo para comprar lo esencial, medido por la canasta básica; este dato es francamente pavoroso, pues, refleja las grandes carencias del pueblo mexicano que, no obstante, es son personas trabajadoras, capaces y dignas –por supuesto— de un mejor porvenir.

Una gran parte de la población crítica, a rajatabla —con razón o sin ella—, las acciones del Presidente de la República, mientras que otra –por cierto mayoritaria— aprueba de manera casi religiosa las acciones del gobierno, particularmente las del presidente López Obrador.

La autocrítica y la polémica siempre serán elementos que mejoran el sistema democrático, no obstante, la manera en que se están abordando en este momento todos los temas como la inseguridad, la salud, la economía, o la política energética, ha sido de franca confrontación y de ausencia de un análisis racional. Se ha perdido la sensatez en este choque peligroso para el destino inmediato de la nación. Las trincheras del odio que se han levantado a nadie benefician y si detienen el proceso de nuestro desarrollo. La sinrazón, el absurdo, el choque por el choque mismo, la falta de lógica analítica y la pasión incendiada por los leños de la ignorancia, no pueden sustituir —de ninguna manera— a la discusión dialéctica y profunda de nuestros problemas. Ideología sí, estulticia no.

Por eso, en esta colaboración editorial, quiero abordar un tema que abre la esperanza —al menos respecto de la pandemia—, me refiero a la aplicación de las vacunas para protegernos del Coronavirus. Hace unos días asistí a un centro de vacunación, para mi sorpresa, la actitud de todos los que ahí se encontraban fue de cortesía y de respeto para las personas de la tercera edad; mi esposa y yo no llevábamos la credencial de elector, no obstante, fuimos atendidos; el ambiente que ahí se respiraba nada tenía que ver con procesos electorales o con diferencias ideológicas, se trataba simplemente de atender —con solidaridad humana— a quienes esperábamos —ciertamente con esperanza— la aplicación de la vacuna. Claro que es un ejemplo muy limitado y, una golondrina no hace verano, pero lo que sí pude percibir es que —más allá de las diferencias de clase o de principios— hay una actitud de comprensión, que abre las cortinas de un escenario al que tenemos que acceder, donde podamos entender que somos un pueblo con valores y cultura definidos, con una historia común y un porvenir colectivo.

Esperamos que pronto se consigan las millones de dosis de las vacunas que se requieren y que ésta se distribuya de manera imparcial y justa; tenemos que acceder —en el corto plazo— a un mundo que nos aleje del temor y del miedo en el que hoy vivimos; para lograrlo es importante reflexionar que entre nosotros no debe haber confrontaciones que nos lleven a extremos absurdos, cuyos resultados ya conocemos por la historia; lo peor que nos puede pasar son enfrentamientos que nos conduzcan a una violencia irracional.

Participar en la vida pública y en la acción ciudadana es nuestra obligación cívica, pero no confundamos las diferencias con barreras insalvables; la sensatez, la reflexión y el pensamiento profundo, tienen que ser la guía hacia el futuro inmediato.

POR ALFREDO RÍOS CAMARENA
CATEDRÁTICO DE LA FACULTAD DE DERECHO DE LA UNAM